Pestañas

Isabel de Francia, Beata

 

 

Nacimiento: marzo de 1225, París, Francia
Muerte: 23 de febrero de 1270 en Francia
Orden: Clarisas
Fiesta: 23 de febrero
Beatificación: León X el año 1521
 

Nació el año 1225 y era hija del rey Luis VIII de Francia y de su esposa Blanca de Castilla, y era, por tanto, hermana del rey San Luis IX.

Isabel se cría en la corte paterna bajo los cuidados de su madre que infundió en ella, como en su hermano Luis, los más fervorosos sentimientos religiosos y el horror al pecado. Ya de pequeña aprendió a amar a los pobres y a emplear mucho tiempo en los actos de piedad y culto divino.

A su rango y fortuna se añadían una gran belleza y una inteligencia excepcional. La pompa y el lujo atraían tan poco a Isabel, que confesó a una monja que, si algunas veces se vestía ricamente, era sólo por complacer a su madre, pero que ello no le producía el menor deleite. Siendo todavía niña, entró varias veces en éxtasis mientras oraba. Además de los ayunos ordinarios, solía dejar de comer tres veces por semana. Su madre le prometió que daría limosnas a los pobres, si interrumpía el ayuno, pero la princesa le rogó que no pusiera tal condición. Isabel era muy inteligente y tenía verdadera sed de aprender; decidió incluir el latín entre sus estudios para poder leer los oficios de la Iglesia y los escritos de los Santos Padres.

Los ayunos y el esfuerzo nervioso de la vida que llevaba le produjeron una grave enfermedad; se hicieron oraciones públicas por su salud y su madre fue a consultar en Nanterre a una mujer con fama de santa, a quien se atribuía el don de profecía. La mujer anunció que la princesa recobraría la salud, pero que no había que contarla ya entre los vivos, porque en adelante estaría muerta para el mundo. La verdad de esta predicción se hizo patente cuando se presentaron los pretendientes que aspiraban a la mano de la princesa. Isabel desechó al conde Hugo de Austria y a Conrado, rey de Jerusalén, a pesar de que el papa Inocencio IV le había escrito, urgiéndole para que aceptara al conde por el bien de la cristiandad. La respuesta de Isabel al Sumo Pontífice fue tan humilde y prudente, que éste no pudo por menos de aplaudir su decisión de servir a Dios en virginidad perpetua.

Todos los días, Isabel acostumbraba recibir, antes de comer, a un buen número de pobres, a los que ella misma atendía. Después de esto, iba a visitar a los enfermos. Para participar en la Cruzada, pagaba los gastos de diez hombres de a caballo en Tierra Santa. Sufrió de varias enfermedades largas y dolorosas; pero el fracaso de la Cruzada y la captura de su hermano san Luis, fueron pruebas todavía mayores para ella. Después de la muerte de su madre, decidió fundar un convento de religiosas franciscanas, con la aprobación de san Luis, quien le prometió su ayuda material. El siguiente paso consistió en ordenar que se redactaran unas reglas, basadas en las de Santa Clara; los más famosos franciscanos de la época, entre los cuales se contaba a san Buenaventura, participaron en ese trabajo. Tales fueron los comienzos del famoso convento franciscano de Longchamps, en el actual Bosque de Boulogne, en París. El convento se llamó «Monasterio de la Humildad de la Santísima Virgen María».

La beata Isabel nunca habitó dentro de la clausura; sus departamentos se hallaban en un ala del edificio, separados de las celdas de las religiosas. La princesa no vestía el hábito; esto se debía, en parte, a que su salud no le permitía seguir exactamente la regla y a su temor de ser elegida abadesa. Además, conservando sus riquezas, pudo ayudar al mantenimiento del monasterio y continuar haciendo limosnas a los pobres. La beata no abandonaba sus ayunos y disciplinas, y observaba casi constante silencio. Antes de acercarse a comulgar, acostumbraba pedir perdón de rodillas a los pocos sirvientes que conservaba consigo. Así vivió diez años. Poco antes de su muerte pasó varias noches en contemplación sin tomar ningún descanso. Su confesor y sor Inés, quien más tarde escribió su vida, la vieron transportada en éxtasis. 

Murió el 22 [para otros, el 23] de febrero del año 1270, y su culto fue confirmado por el papa León X el año 1521 al permitir al monasterio de Longchamp celebrar su fiesta, que posteriormente el papa Inocencio XII, a finales del s. XVIII, extendió a toda la Orden Franciscana.

  Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI